¿Habéis visto alguna vez la película “El día de la marmota”, de Bill Murray? En ella el protagonista se enfrenta una y otra vez a vivir el mismo día, cada mañana, cuando se despierta. El sujeto no podrá cambiarlo hasta que no se dé cuenta de cuál es la clave para que un nuevo día, distinto y con nuevas probabilidades, sea posible

Cada día integra todas las experiencias que le van sucediendo y siempre son las mismas porque actúan como espejo. El protagonista poco a poco cambia su manera de comportarse y asume todo lo que tiene para poder modificar su perspectiva del mundo, desde su egoísmo y estrechez de miras, convirtiéndose en un virtuoso de diferentes disciplinas. Cuando consigue superar con buena nota todos lo que le sucede va pasando pantalla y puede ir incorporándose a nuevos retos.

Nuestro particular “día de la marmota”

¿Por qué os cuento esto? Porque a veces nosotros mismos sufrimos ese “día de la marmota” y actuamos de forma parecida sin ser conscientes de todas esas experiencias del pasado que se dan en nuestro presente. Aparecen encubiertas como falsos e inculcados principios que hacen que sigamos moviéndonos en un comportamiento basado en el ego y el miedo al cambio.

Aquí introducimos el concepto de “atrapado en el tiempo”, energéticamente hablando, lo que se refiere a que en el momento presente no se permite la manifestación de nuevas oportunidades de cambio o que simplemente no tenemos desarrollada la capacidad para verlas y anticiparnos a la situaciones, sacando siempre todo el provecho a los recursos internos que maneja cada individuo.

Cuando esto se produce, cuando no somos capaces de disponer de esos recursos, las posibilidades potenciales de nuestro futuro se ven disminuidas por el desánimo, el peso del pasado y una gran falta de energía y alegría para poder hacerle frente.

La clave es resolver los aspectos del pasado desde la comprensión de lo que ocurrido, identificando el mensaje y conseguir integrar todo el aprendizaje que esa experiencia os ha aportado.  Con esto ya podemos disponer de nuevos recursos empoderantes que mandamos al futuro a modo de confianza, apertura, paciencia y aceptación.

Salir de la “zona de confort”

Todo lo que nos hace encadenarnos y atarnos al pasado normalmente se encuentra dentro de lo que conocemos como “zona de confort”. ¿Pero es realmente una zona confortable? La respuesta es no, ya que está cargada de limitaciones y momentos en los que no podemos manejar nuestro destino.

Todo este proceso del que hablamos es vital para que aparezcan ante nosotros todas las oportunidades posibles, sin esperar o desear que aparezcan de una forma u otra, sino que nos dejamos sorprender por la magia de la coherencia de la vida y la ley de la correspondencia, que quiere decir que nos llegará todo aquello que nos corresponda y lo hará a través de diferentes personas, caminos y/o acontecimientos.

Si tomamos una óptica relativista veremos que pasado, presente y futuro son aspectos o manifestaciones de una misma energía, el tiempo. Para poder entrar a las dimensiones de pasado y futuro deberemos tomar como puerta el presente, siempre desde la presencia y atención plenas.

Si nos saltamos este paso, si tratamos de ir al pasado o al futuro sin pasar por el presente, no podremos vivir plenamente toda la dimensionalidad de contar con todas probabilidades de cambio, por el contrario nos quedaremos atrapados en un bucle mental de incertidumbre y/o melancolía.